Akhetaton (La Ciudad de Atón)
No pensaba poner este
capítulo hasta más tarde, pero ante algunas sugerencias que me han hecho a raíz
de una presentación (en la que si estáis
interesados os la puedo enviar) y unido al interés que en general rodea al
Faraón monoteísta he decidido seguir por aquí.
Casi todo el mundo, piensa que el culto a Atón se inicia con Amenophis
IV, posteriormente bautizado como Akhenaton. La realidad es muy distinta. El
culto a Atón es mucho más antiguo, y se sabe que el futuro faraón lo conoció de
niño durante sus estancias en Heliópolis donde ya era adorado.
Me han preguntado. “¿Averiguaste o sabes algo
especial sobre Akhenaton? Fue un período muy misterioso y desearía saber cosas
de él.”
Mi respuesta, basada en mis
lecturas, mis charlas con guías, egiptólogos
y algo de mi propia cosecha, creo que debió resultarle muy
decepcionante, ya que le respondí algo muy semejante a esto: “La realidad, es
menos poética y más pragmática que las múltiples leyendas en torno a Akhenaton.
La cuestión se reduce a una lucha
de poderes. Como ya he dicho el Faraón en su niñez y durante su estancia en
Heliópolis había conocido el antiguo culto a Atón.
Posteriormente, y ante el inmenso
poder de los sacerdotes de Amón, el Faraón aconsejado por Nefertitis su esposa
principal (no lo olvidemos) y por un ambicioso sacerdote del culto de Atón, en
un intento de recuperar el poder para la Corona inicia y propicia el culto a
Atón, en un intento de desmontar el poder religioso, económico y político de
los Templos de Amón. Así de simple.
Claro que entonces como ahora, si
se le dice al pueblo que luche por los intereses económicos de una clase
privilegiada no habría tenido seguidores, pero si apelas a “Altos Ideales” se
puede convencer y engañar al pueblo. ¿No
os suena como el origen de todas las guerras?
Es verdad, que hubo que darle a
todo eso un contenido, y en ese entorno hubo una liberalización de las artes
que estaban rígidamente reglamentadas y afloraron otras libertades. Pero, como
en muchos otros casos, los más oprimidos hicieron suyo el grito de: “¡Vivan las
cadenas”!
No podemos obviar por otra parte,
que fue un periodo convulso, de nuevas libertades, de una nueva forma total de
vida para los que se adhirieron al nuevo culto, pero lleno de congojas para
aquellos otros que creían que la pervivencia del Imperio, estaba unida a la
tradición y a las normas seculares que había llevado al alto desarrollo científico, cultural y económico de Egipto.
Cuando se visita la zona, no se
deben buscar grandes monumentos, ni colosales edificios representativos de este
cambio, no olvidemos que la época duró unos 32 años, tiempo insuficiente para
la construcción de edificios de granito, por lo que los palacios y templos
se construyeron con adobes. Si unimos la
precariedad de ese material, con la fiebre de venganza de los partidarios de
Amón que les llevó posteriormente a arrasar cualquier vestigio del que llamaron
Faraón Hereje, es comprensible que prácticamente no queden vestigios de la época.
Los pocos que se encontraron enterrados, están en el Museo Egipcio de El Cairo
o en el de Berlín, como el busto de Nefertitis
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