viernes, 20 de agosto de 2021

Mis lugares míticos.- Egipto 30

 

Gastronomía






Una vez pasado el informe de mi escrito anterior sobre la situación actual de cara a una visita a Egipto, creo que es obligado volver al Egipto faraónico, que es de lo que trata esta serie de crónicas.

Una de las cosas que me llama la atención cuando se trata de vincular la época dinástica con extraterrestres, y que, a mi juicio, se opone a estas elucubraciones, es el interés que mostraban los egipcios por el tema de la comida, como se puede colegir de las numerosas pinturas en las tumbas, en las que se representaban escenas de banquetes del propietario de la de la tumba.

¿Pero qué comían y bebían? Básicamente, lo mismo que comen y beben actualmente, con las excepciones de lo que les prohíbe su actual religión islámica, y, también, lógicamente, de las aportaciones foráneas, casi todas provenientes de América. Guisaban usando como grasa principal el aceite de oliva, pero sin desdeñar las grasas animales. En su dieta incluían ajos y cebollas, legumbres, especialmente, habas y guisantes, carnes de cerdo, oveja, y, en ocasiones especiales, vacuno, aves de corral y anátidas del Nilo. El pescado se consumía poco, según una versión porque era una representación de Set, y, según otra, porque un pez se comió el pene de Osiris tras ser descuartizado por el dios antes mencionado, Set. No obstante, el mújol que ascendía por el Nilo desde el Mediterráneo era muy apreciado. Sin embargo, la fruta era un producto prácticamente desconocido en las mesas. Pero, entre todos los alimentos, destacaba el pan, del que elaboraban hasta unas veinticuatro variedades distintas, desde la más básica, compuesta por harina de trigo, agua y sal, hasta las elaboradas con leche y miel.

En cuanto a bebidas, era fundamental en su régimen alimenticio la cerveza, a la que consideraban como un pan líquido, y que estaba tan presente en su dieta que en el Papiro de la Huelga en tiempos de Ramsés III, y en diferentes ostracos, hallados en el poblado de Deir el Medina, se especificaba la cantidad de hogazas de pan, o medidas de cerveza que debían recibir como pago por sus trabajos, conforme a su categoría. Es cierto que dicha cerveza no contenía lúpulo, pero en el resto de componentes, e, incluso, en el proceso de elaboración era semejante a la actual. Así como la cerveza era la bebida básica del pueblo, aunque no era desdeñada por las élites económicas o dirigentes, la bebida de estos últimos era el vino.

El pueblo egipcio era un pueblo rico. Tenía una capacidad de producción de alimentos, en casi todas las ocasiones, superior a su consumo. Por tanto, podían almacenar en silos los excedentes, e, incluso, comerciar con el excedente de productos alimenticios con países vecinos, a pesar de ser un pueblo no muy proclive  a relacionarse con el exterior. De esta riqueza, que era ambicionada por pueblos aledaños, vinieron todas sus guerras, pues siempre resultaban invadidos, en tanto que ellos no eran invasores. De esa riqueza, al final, vino el ocaso de su imperio, al ser invadido para  convertirse en una provincia de Roma, que pretendió, y al final, consiguió apoderarse de ese inmenso granero.

Podemos sacar varias conclusiones: en un mundo donde los pueblos dependían de la lluvia, y en el que dos años seguidos de irregularidades de la pluviometría significaban una hambruna, que podía llegar a hacer peligrar la supervivencia de un pueblo, Egipto tenía asegurada el agua necesaria para el riego, y  una tierra fértil, como consecuencia de las crecidas periódicas del Nilo, asegurando la manutención de sus habitantes, e, incluso, gracias a las reservas en sus silos, podían asegurar un mínimo vital de alimentación, en caso de que la crecida fuese escasa.

Se puede asegurar que el pueblo egipcio no pasaba hambre, y que, cuando por fallos administrativos la llegaba a sufrir, eran capaces de organizarse para  realizar una huelga, la primera en el mundo documentada en el papiro citado anteriormente.



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