martes, 24 de agosto de 2021

Mis lugares míticos.- Egipto 32

 

Los ladrones de tumbas (2/2)






Durante el Imperio Antiguo, en Egipto, todas las pirámides y mastabas, fueron, saqueadas ya que su llamativa construcción era como una llamada de atención en medio del desierto e  indicaba que allí estaba enterrado un faraón o un notable y que por tanto contenían inmensas riquezas en su interior.

No solo resultaban saqueadas las tumbas de los faraones, también la de los nobles o de cualquier condición social que hiciese ostentación de riqueza en sus ritos funerarios.

 Esa fue la razón primordial para que se abandonaran esos tipos se monumentos funerarios y que dio origen a buscar alternativas menos llamativas y la construcción de los llamados Valles funerarios como los diferentes valles: El Valle de los Reyes,  el Valle de las Reinas y el Valle de los Nobles

Con el inicio del Imperio Nuevo se comenzó a construir el Valle de los Reyes donde están enterrados los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX en el que el tipo de tumbas, paso de monumentos grandiosos y visibles a los llamados hipogeos que eran lugares excavados en las rocas y que se adentraban en el subsuelo.

Escondidos en el interior de la roca, los hipogeos suelen estar compuestos de un enorme corredor que desciende varios metros bajo tierra, un pozo y varias estancias que precedían al lugar en el que estaba colocado el sarcófago, creadas para albergar los bienes que que el difunto iba a necesitar en el más allá

Sin embargo y dadas las creencias existentes en la época, sobre la vida después de la muerte y a la necesidad de satisfacer sus necesidades en dicha vida, se continuó enterrando junto al cadáver enormes riquezas que  continuaron atraían a los saqueadores.

En el Valle de los Reyes confiaban también en las maldiciones para atemorizar a los saqueadores. Éstos debían atenerse al peligro al que se enfrentarían si osaban perturbar al faraón en su eterno descanso. Esta maldición, se podía leer en la tumba de Tutankamon, única encontrada con los sellos intactos.

Sin embargo y dada la poca eficacia como salvaguarda de las maldiciones, por muy terribles que fuesen. También y para    y para  evitar la actuación de los saqueadores, se creó un cuerpo de vigilantes mercenarios  para custodiar del Valle.  Su efectividad no fue suficiente ya que ellos mismos se dedicaron a la rapiña cuando no murieron asesinados por los salteadores de siempre habían actuado y no estaban dispuestos a abandonar sus lucrativas prácticas

Los castigos a los infractores que eran sorprendidos consistían  en  palizas con bastones para hacerlos confesar. Y, una vez demostrada su culpabilidad,  podía sufrir la mutilación de nariz, orejas y ojos. El mayor castigo se reservaba al que hubiera quemado el cuerpo del faraón. ¿Su destino? Morir empalado, eliminando su nombre de su tumba para impedirle tener vida en el Más Allá.

No obstante y al igual que hoy en día la dureza de las penas no disuade al delincuente que siempre piensa que va a salir indemne.

Los robos y saqueos dependían por una  parte, de la pericia de los ladrones de tumbas y por la otra de las informaciones que proporcionaban los propios constructores de las tumbas, ya que a pesar de vivir confinados en poblados creados para ellos, recibían visitas de familiares y disfrutaban de permisos.

El abandono del Valle de los Reyes se realizó durante la dinastía XXI con el traslado de la Corte de Tebas a Tanis. Con este abandono, se relajó la vigilancia y si quedaba alguna tumba intacta, se saqueó aprovechando la situación.

 




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