Los ladrones de tumbas (2/2)
Durante
el Imperio Antiguo, en Egipto, todas las pirámides y mastabas, fueron,
saqueadas ya que su llamativa construcción era como una llamada de atención en
medio del desierto e indicaba que allí
estaba enterrado un faraón o un notable y que por tanto contenían inmensas
riquezas en su interior.
No
solo resultaban saqueadas las tumbas de los faraones, también la de los nobles
o de cualquier condición social que hiciese ostentación de riqueza en sus ritos
funerarios.
Esa fue la razón primordial para que se
abandonaran esos tipos se monumentos funerarios y que dio origen a buscar
alternativas menos llamativas y la construcción de los llamados Valles
funerarios como los diferentes valles: El Valle de los Reyes, el Valle de las Reinas y el Valle de los
Nobles
Con
el inicio del Imperio Nuevo se comenzó a construir el Valle de los Reyes donde
están enterrados los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX en el que el
tipo de tumbas, paso de monumentos grandiosos y visibles a los llamados
hipogeos que eran lugares excavados en las rocas y que se adentraban en el
subsuelo.
Escondidos
en el interior de la roca, los hipogeos
suelen estar compuestos de un enorme corredor que desciende varios metros bajo
tierra, un pozo y varias estancias que precedían al lugar en el que estaba
colocado el sarcófago, creadas para albergar los bienes que que el difunto iba
a necesitar en el más allá
Sin
embargo y dadas las creencias existentes en la época, sobre la vida después de
la muerte y a la necesidad de satisfacer sus necesidades en dicha vida, se
continuó enterrando junto al cadáver enormes riquezas que continuaron atraían a los saqueadores.
En
el Valle de los Reyes confiaban también en las maldiciones para atemorizar a los saqueadores. Éstos debían
atenerse al peligro al que se enfrentarían si osaban perturbar al faraón en su
eterno descanso. Esta maldición, se podía leer en la tumba de Tutankamon, única
encontrada con los sellos intactos.
Sin
embargo y dada la poca eficacia como salvaguarda de las maldiciones, por muy
terribles que fuesen. También y para y para evitar la actuación de los saqueadores, se
creó un cuerpo de vigilantes mercenarios
para custodiar del Valle. Su
efectividad no fue suficiente ya que ellos mismos se dedicaron a la rapiña
cuando no murieron asesinados por los salteadores de siempre habían actuado y
no estaban dispuestos a abandonar sus lucrativas prácticas
Los castigos a los infractores que eran sorprendidos
consistían en palizas con bastones para hacerlos confesar.
Y, una vez demostrada su culpabilidad, podía
sufrir la mutilación de nariz, orejas y ojos. El mayor castigo se reservaba al que hubiera quemado el cuerpo del
faraón. ¿Su destino? Morir empalado, eliminando su nombre de su tumba
para impedirle tener vida en el Más Allá.
No
obstante y al igual que hoy en día la dureza de las penas no disuade al
delincuente que siempre piensa que va a salir indemne.
Los robos y saqueos dependían por una parte, de la pericia de los ladrones de
tumbas y por la otra de las informaciones que proporcionaban los propios
constructores de las tumbas, ya que a pesar de vivir confinados en poblados
creados para ellos, recibían visitas de familiares y disfrutaban de permisos.
El
abandono del Valle de los Reyes se realizó durante la dinastía XXI con el
traslado de la Corte de Tebas a Tanis. Con este abandono, se relajó la
vigilancia y si quedaba alguna tumba intacta, se saqueó aprovechando la
situación.
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