Creencias
religiosas (2)
Ya he hablado en capítulos
anteriores del mito osírico y de la aparición y justificación de los diferentes
dioses que pueblan la religión egipcia. Ahora creo que toca hablar de la
Creación del mundo y, en particular, de Egipto, según sus creencias.
Para el Egipto faraónico, el
origen del mundo, según la teoría desarrollada en Heliópolis, y que prevale
sobre cualquier otra hipótesis, a pesar de algunas pequeñas variaciones, según
las traducciones o interpretaciones, se inició de la siguiente forma:
En el inicio sólo existían
inmensas masas de aguas turbias cubiertas por absolutas tinieblas. Era un mar infinito,
llamado Nun u Océano Primordial, en el cual se hallaban todos los elementos del
Cosmos. No había vida ni muerte, no existían ni el cielo ni la tierra como
tales, por tanto, no existían ni dioses
ni seres humanos. Solo existía el caos. En un momento dado, el espíritu de ese
caos que estaba disperso se llamó a sí mismo Ra.
Se encontró solo, así que decidió
crear de su aliento el viento (Shu), y de su saliva creó a la humedad (Tefnut).
A continuación Ra hizo emerger un lugar seco donde pudiese descansar, y le llamó
Egipto. Al nacer de las aguas, y depender de ellas, creó para su desarrollo el
rio Nilo. Creo en esa tierra a los seres vivos tanto animales como vegetales.
Por su parte, Shu y Tefnut
tuvieron dos hijos, a los que llamaron Geb (La Tierra) y Nut (El Cielo), que
se casaron. Así, el cielo yacía sobre la tierra. Según una versión, Shu, en un
ataque de celos, los maldijo y los separó, sosteniendo al cielo sobre su cabeza
y sus hombros, y sujetando a la tierra con sus pies. Otras versiones cuentan que,
al estar Geb y Nut unidos no dejaban espacio para la creación del dios Amón,
así que éste le pidió a Shu que separara a sus hijos, sosteniendo a Nut sobre
su cabeza y sus hombros. Desde aquel momento, el viento yacía en medio del
cielo y la tierra. Aun así, y a pesar de esta separación, Nut tuvo innumerables
hijas, las estrellas, que dieron origen origen a la bóveda celeste.
Sin tener conocimiento alguno de
lo ocurrido, Ra había enviado a uno de sus ojos a buscar a Geb y a Nut para
averiguar cómo había quedado la situación . Pero cuando el ojo regresó, otro ojo había
ocupado su lugar. El primer ojo comenzó a llorar, hasta que Amón Ra lo colocó
en su frente, creando así el Sol. De las lágrimas de aquel ojo que cayeron a la
tierra nacieron los primeros seres humanos, que poblaron en la tierra de
Egipto.
Todas las mañanas, Amón recorría
el cielo en una barca que flotaba sobre Nun, que ya cubría el cosmos
dividiéndose en las aguas sobre el firmamento, y las aguas del abismo. Aquella
barca de Amón viajaba por el cielo transportando al Sol, iluminando así a la
Tierra por un periodo de tiempo de doce horas. Cada noche, Nut se tragaba el
sol. Pero éste se regeneraba a la mañana siguiente, y Ra continuaba su viaje
por la Duat, el equivalente del
Infierno egipcio, dónde debía cruzar por doce puertas, una por cada hora de la
noche. Éstas estaban custodiadas por la serpiente Apep, enemiga de Amón, y su
objetivo era acabar con el sol. Maat (El orden cósmico) sí podía atravesar la
Duat, y el sol volvía a nacer de Nut. Así, Amón podía transportarlo por el
cielo durante otras doce horas, dando origen a un nuevo día.
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