martes, 17 de agosto de 2021

Mis lugares míticos.- Egipto 27

 

Creencias religiosas (2)






Ya he hablado en capítulos anteriores del mito osírico y de la aparición y justificación de los diferentes dioses que pueblan la religión egipcia. Ahora creo que toca hablar de la Creación del mundo y, en particular, de Egipto, según sus creencias.

Para el Egipto faraónico, el origen del mundo, según la teoría desarrollada en Heliópolis, y que prevale sobre cualquier otra hipótesis, a pesar de algunas pequeñas variaciones, según las traducciones o interpretaciones, se inició de la siguiente forma:

En el inicio sólo existían inmensas masas de aguas turbias cubiertas por absolutas tinieblas. Era un mar infinito, llamado Nun u Océano Primordial, en el cual se hallaban todos los elementos del Cosmos. No había vida ni muerte, no existían ni el cielo ni la tierra como tales,  por tanto, no existían ni dioses ni seres humanos. Solo existía el caos. En un momento dado, el espíritu de ese caos que estaba disperso se llamó a sí mismo Ra.

Se encontró solo, así que decidió crear de su aliento el viento (Shu), y de su saliva creó a la humedad (Tefnut). A continuación Ra hizo emerger un lugar seco donde pudiese descansar, y le llamó Egipto. Al nacer de las aguas, y depender de ellas, creó para su desarrollo el rio Nilo. Creo en esa tierra a los seres vivos tanto animales como vegetales.

Por su parte, Shu y Tefnut tuvieron dos hijos, a los que llamaron Geb (La Tierra) y Nut (El Cielo), que se casaron. Así, el cielo yacía sobre la tierra. Según una versión, Shu, en un ataque de celos, los maldijo y los separó, sosteniendo al cielo sobre su cabeza y sus hombros, y sujetando a la tierra con sus pies. Otras versiones cuentan que, al estar Geb y Nut unidos no dejaban espacio para la creación del dios Amón, así que éste le pidió a Shu que separara a sus hijos, sosteniendo a Nut sobre su cabeza y sus hombros. Desde aquel momento, el viento yacía en medio del cielo y la tierra. Aun así, y a pesar de esta separación, Nut tuvo innumerables hijas, las estrellas, que dieron origen origen a la bóveda celeste.

Sin tener conocimiento alguno de lo ocurrido, Ra había enviado a uno de sus ojos a buscar a Geb y a Nut para averiguar cómo había quedado la situación  . Pero cuando el ojo regresó, otro ojo había ocupado su lugar. El primer ojo comenzó a llorar, hasta que Amón Ra lo colocó en su frente, creando así el Sol. De las lágrimas de aquel ojo que cayeron a la tierra nacieron los primeros seres humanos, que poblaron en la tierra de Egipto.

Todas las mañanas, Amón recorría el cielo en una barca que flotaba sobre Nun, que ya cubría el cosmos dividiéndose en las aguas sobre el firmamento, y las aguas del abismo. Aquella barca de Amón viajaba por el cielo transportando al Sol, iluminando así a la Tierra por un periodo de tiempo de doce horas. Cada noche, Nut se tragaba el sol. Pero éste se regeneraba a la mañana siguiente, y Ra continuaba su viaje por la Duat, el equivalente del Infierno egipcio, dónde debía cruzar por doce puertas, una por cada hora de la noche. Éstas estaban custodiadas por la serpiente Apep, enemiga de Amón, y su objetivo era acabar con el sol. Maat (El orden cósmico) sí podía atravesar la Duat, y el sol volvía a nacer de Nut. Así, Amón podía transportarlo por el cielo durante otras doce horas, dando origen a un nuevo día.



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