lunes, 23 de agosto de 2021

Mis lugares míticos.- Egipto 31

 

Los ladrones de tumbas (1/2)






La historia nos enseña que somos capaces de repetir el mismo error a lo largo del tiempo tiempo, que las soluciones aparentemente nuevas se han adoptado desde el inicio de los tiempos siempre sin resultado, que el endurecimiento de las penas no evita el delito y que la ambición y el deseo se sobre pone al miedo a las represalias.

 Viene esta reflexión a cuento que desde las primeras tumbas que  se construyeron, el saqueo de las mismas fue una constante, a pesar de los graves castigos que recibían los profanadores, tanto en esta vida como en la vida eterna. El castigo, tras la muerte consistiaen  que no pasaban al otro reino y que no tendrían otra vida después de esta. Este castigo, era el más duro que se podía dar a un egipcio. Esto unido a los castigos y penas que se infligían en vida  a los que eran sorprendidos cometiendo el delito  A pesar de ello la profanación y el saqueo de las tumbas fue una constante a través de los tiempos:

Siendo según sus creencias la vida de los antiguos egipcios una corta transición hacia la vida eterna en cuerpo y alma y con la posibilidad de gozar de todas comodidades y prebendas que habían gozado en la vida terrenal. No resulta extraño presumir, que  desde los albores de su civilización  acumulasen en las tumbas todo lo que se pensaba que se podría necesitar en la vida eterna que seguiría a la muerte terrenal. No siempre de forma real, si no simbólica o representativa. No se enterraban a los servidores para que les proporcionaran las comodidades a las que estaban acostumbrados, se hacían pequeñas estatuas de ellos realizando las ocupaciones que proporcionaban bienestar al difunto.

Sin embargo, sí que enterraban con el difunto objetos materiales, como grano y algunas viandas, pero sobre todo riquezas materiales para disfrutarlas en esa vida futura, como podían ser joyas y objetos de oro y piedras preciosas en el grado que su importancia social había podido acumular.

La particular forma de enfrentarse a la muerte en el Antiguo Egipto, requería de una buena suma de dinero. Era generalmente cosa de ricos, pero los pobres, dentro de sus posibilidades, también procuraban asegurarse su lugar en el  más allá.

Como es de suponer, los saqueadores de tumbas dirigían sus afanes a las tumbas de las clases pudientes.

En los enterramientos y desde siempre, se hacía ostentación de los tesoros que acompañaban al difunto, de esa forma, los saqueadores surgieron al mismo tiempo que los entierros.

Los tesoros que pudieron acompañar a los grandes faraones, son inimaginables, basta pensar que un faraón con escasos años de reinado, sin ninguna importancia para la historia egipcia, fue enterrado con joyas de valor incalculable el ajuar mortuorio que pudieron acumular en sus años de reinado. Siendo estas construcciones tan llamativas, se decidió construirn otras, en un lugar remoto y sin señales visibles que pudiesen orientar a los saqueadores.

Como he dicho reiteradas ocasiones, la historia del Egipto faraónico se extendió en un dilatado espacio de tiempo, por tanto  una de las facetas para estudiar este periodo sería el desarrollo de la lucha entre los que se querían perpetuar a través de los siglos con sus tesoros intactos y los que se esforzaban para arrebatarlos, con la victoria en la mayoría de los casos de estos últimos.

La historia de este pueblo es en gran medida, la historiaría y forma de sus enterramientos y los métodos para saquear sus tumbas.

 

 



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