Los ladrones de tumbas (1/2)
La
historia nos enseña que somos capaces de repetir el mismo error a lo largo del
tiempo tiempo, que las soluciones aparentemente nuevas se han adoptado desde el
inicio de los tiempos siempre sin resultado, que el endurecimiento de las penas
no evita el delito y que la ambición y el deseo se sobre pone al miedo a las
represalias.
Viene esta reflexión a cuento que desde las
primeras tumbas que se construyeron, el
saqueo de las mismas fue una constante, a pesar de los graves castigos que
recibían los profanadores, tanto en esta vida como en la vida eterna. El
castigo, tras la muerte consistiaen que
no pasaban al otro reino y que no tendrían otra vida después de esta. Este
castigo, era el más duro que se podía dar a un egipcio. Esto unido a los
castigos y penas que se infligían en vida
a los que eran sorprendidos cometiendo el delito A pesar de ello la profanación y el saqueo de
las tumbas fue una constante a través de los tiempos:
Siendo
según sus creencias la vida de los antiguos egipcios una corta transición hacia
la vida eterna en cuerpo y alma y con la posibilidad de gozar de todas
comodidades y prebendas que habían gozado en la vida terrenal. No resulta
extraño presumir, que desde los albores
de su civilización acumulasen en las
tumbas todo lo que se pensaba que se podría necesitar en la vida eterna que
seguiría a la muerte terrenal. No siempre de forma real, si no simbólica o
representativa. No se enterraban a los servidores para que les proporcionaran
las comodidades a las que estaban acostumbrados, se hacían pequeñas estatuas de
ellos realizando las ocupaciones que proporcionaban bienestar al difunto.
Sin
embargo, sí que enterraban con el difunto objetos
materiales, como grano y algunas viandas, pero sobre todo riquezas materiales
para disfrutarlas en esa vida futura, como podían ser joyas y objetos de oro y
piedras preciosas en el grado que su importancia social había podido acumular.
La particular forma de enfrentarse a la muerte en
el Antiguo Egipto, requería de una buena
suma de dinero. Era generalmente cosa de ricos, pero los pobres, dentro
de sus posibilidades, también procuraban asegurarse su lugar en el más allá.
Como es de suponer, los saqueadores de tumbas
dirigían sus afanes a las tumbas de las clases pudientes.
En los enterramientos y desde siempre, se hacía
ostentación de los tesoros que acompañaban al difunto, de esa forma, los
saqueadores surgieron al mismo tiempo que los entierros.
Los tesoros que pudieron acompañar a los grandes
faraones, son inimaginables, basta pensar que un faraón con escasos años de
reinado, sin ninguna importancia para la historia egipcia, fue enterrado con
joyas de valor incalculable el ajuar mortuorio que pudieron acumular en sus
años de reinado. Siendo estas construcciones tan llamativas, se decidió
construirn otras, en un lugar remoto y sin señales visibles que pudiesen
orientar a los saqueadores.
Como he dicho reiteradas ocasiones, la historia
del Egipto faraónico se extendió en un dilatado espacio de tiempo, por tanto una de las facetas para estudiar este periodo
sería el desarrollo de la lucha entre los que se querían perpetuar a través de
los siglos con sus tesoros intactos y los que se esforzaban para arrebatarlos,
con la victoria en la mayoría de los casos de estos últimos.
La historia de este pueblo es en gran medida, la historiaría
y forma de sus enterramientos y los métodos para saquear sus tumbas.
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