lunes, 16 de agosto de 2021

Mis lugares míticos.- Egipto 26

 

Creencias religiosas (1)





En contra de lo que en mi es habitual, antes de empezar esta serie dedicada a las creencias religiosas egipcias, quiero que quede claro que no soy antropólogo, ni teólogo, y sólo me considero un aficionado a la cultura del Egipto Faraónico. Así, si alguien se siente molesto o, incluso, agraviado por lo que voy a exponer sobre el origen de las creencias de los humanos en general, y de los egipcios en particular, lo lamento, pero así lo leí, así me lo contaron, así lo interpreto, y así lo expongo…

Los seres humanos, desde el inicio de la humanidad, han tenido miedo a lo desconocido, a lo que les perturbaba, a las amenazas concretas e inconcretas. Al mismo tiempo, siempre han mostrado agradecimiento a lo que les beneficiaba, siendo estos dos principios el origen de todas las religiones. Como todas las civilizaciones nacientes, los egipcios comenzaron a rendir culto a lo que les atormentaba, a lo que les mataba, e, incluso, les hacía la vida más difícil. Les rendían culto y les mostraban un gran respeto con la intención de que estos elementos no les fuesen hostiles, no les mataran, o les permitieran una vida más amable. Por tanto, no es de extrañar que comenzasen a rendir culto a la cobra, nombrándola guardiana, al cocodrilo, o al hipopótamo y sobre todo, al sol, que en Egipto es capaz de matar a una persona si ésta se expone sin ningún tipo de protección a sus abrasadores rayos.

Pero, posteriormente, no sólo comenzaron a adorar a los que, en potencia, podían ser sus enemigos, sino que empezaron a glorificar a los elementos que les ayudaban en su día a día, como el Nilo, que con sus aguas y crecidas era generador de su sustento; los bueyes, que proporcionaban su fuerza en el cultivo de sus campos; las llamadas tierras negras, fertilizadas por las inundaciones; los gatos, que ahuyentaban a las ratas de los silos; o, incluso, a los babuinos, que aullaban al ver extraños merodeando a su alrededor.

Pero, al tiempo que crecían otros elementos de la civilización, creció la complejidad de sus creencias y ritos, como sucede también en todas las civilizaciones, y se fueron creando una nueva serie de relaciones con los, llamémosles, dioses o divinidades, relaciones cada vez más complejas, y en algunas ocasiones, casi todas, lejos del alcance de la gente, naciendo así la clase  sacerdotal como nexo entre las divinidades y el pueblo.

Sin embargo, y a diferencia de otras religiones, donde las nuevas creencias, los nuevos dioses enterraban y eliminaban a las anteriores, en el Egipto faraónico las creencias antiguas y modernas coexistían, se complementaban, e, incluso, se combinaban. Razón por la cual se nos hace tan complicado a los occidentales comprender sus creencias, ya que estamos acostumbrados al monoteísmo de las llamadas religiones del libro (judaísmo, cristianismo e Islam), o a las religiones clásicas de de nuestra cultura ancestral Grecia y Roma.

Al párrafo anterior, hay que hacerle dos acotaciones

a)      En algunas religiones monoteístas, se han incorporado cultos a deidades primitivas, pero intentando ocultar el origen, e intentando hacerlos pasar como parte integrante del culto original.

b)     El culto a Atón, que se dio en tiempo de Amenofis IV, también conocido como Akhenaton, no sólo fue excluyente en su monoteísmo, también generó enfrentamientos entre sus seguidores y los de Amón. No obstante, quizás habría que tener en cuenta que, más que un duelo entre dos formas de entender la religión y sus principios,  fue un enfrentamiento civil en un intento de romper rígidas reglas en todos los aspectos de la vida, e, incluso, reglas de tipo económico, ante la acumulación de riqueza por parte de los sacerdotes de Amón. Avala esa teoría el que en Heliópolis el culto a Atón era ancestral, y no había causado ningún tipo de enfrentamiento.

 


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